Este 2020 se cumplen 15 años de fundación de nuestro partido. Son años de tradición en el movimiento popular costarricense, por la defensa incondicional de los derechos de los trabajadores, de los más oprimidos, contra la explotación capitalista y en defensa del socialismo.
En el marco de una profunda crisis económica y sanitaria a nivel mundial podemos decir con orgullo que siempre nos hemos colocado de lado de quienes luchan, reafirmando que solo una revolución socialista nos puede liberar de esa barbarie y abrir el camino para una sociedad más justa y libre.
En un momento donde los capitalistas insisten en decir que el socialismo ya murió o es imposible, en una época donde la clase trabajadora lucha incansablemente contra los ataques de los gobiernos burgueses, creemos importante profundizar acerca de un aspecto central de nuestro programa: la necesidad de la revolución socialista que lleve a la toma del poder por la clase obrera.
El socialismo como necesidad
Los defensores del capitalismo se basan en la deformación estalinista para decir que el socialismo fracasó y pregonan la superioridad del sistema. La mayoría de la izquierda mundial, lamentablemente, reprodujo este discurso; a partir de la caída del muro de Berlín abandonaron la estrategia de la toma del poder y abogan por algunas transformaciones dentro del mismo sistema.
Ante estas ideologías, la misma dinámica de la lucha de clases prueba todos los días lo equivocado de estos argumentos. El capitalismo, lejos de triunfar y ser un sistema que asegura bienestar a toda la humanidad, es incapaz de garantizar vivienda, techo y comida, es decir, condiciones mínimas de subsistencia para millones de personas, mientras que los ricos se hacen cada vez más ricos.
Se trata de un sistema cada vez más parasitario y especulativo al estar basado en la propiedad privada y la búsqueda de ganancia a toda costa. Basta ver cómo ha quedado en evidencia con la pandemia del COVID 19, donde su lógica perversa de priorizar el lucro por encima de la vida humana, lo hace no querer garantizar la cura pese a tener toda la capacidad científica para hacerlo.
El afán de obtener ganancias a toda costa conduce a la humanidad a la barbarie, está destruyendo al planeta por la acción devastadora contra la naturaleza o bien mediante guerras donde los hermanos de clase son obligados a asesinarse entre sí para defender los intereses de las potencias imperialistas.
Todo muestra el fracaso del capitalismo, la necesidad urgente de destruir este sistema parasitario y reemplazarlo por uno superior; en estos términos, planteamos que el socialismo es una necesidad.
Sin embargo, cuando conversamos sobre las posibilidades de este proceso comúnmente se nos dice que el socialismo es una utopía, y con base en la experiencia de la URRS también se demostró que no funciona.
Basta con dar una mirada a los procesos históricos de la URSS (en este caso la clase obrera sí gobernaba, durante los primeros 7 años de la revolución rusa) de Cuba o China. Pese a ser estados obreros dirigidos por una burocracia que defendía sus privilegios cuando estos expropiaron a la burguesía, alcanzaron un rápido desarrollo con base en un plan económico centralizado. Estas naciones atrasadas pegaron saltos importantes en su desarrollo que les permitieron erradicar el hambre, el desempleo y la pobreza extrema, con todo y que esas revoluciones no lograron extenderse a escala mundial.
Posteriormente, con la restauración capitalista, estos ex estados obreros vieron perderse todas estas conquistas y el regreso de las lacras del sistema. Estos ejemplos, pese a sus direcciones contrarrevolucionarias y burocráticas, demostraron que es posible quitarle el poder político y económico a la burguesía y poner los recursos de un país para resolver las necesidades básicas de la población. El socialismo no solo es necesario, sino también posible.
Partido de los Trabajadores: 15 años al servicio de la revolución socialista
Desde nuestra fundación reivindicamos como un elemento central de nuestro programa la toma del poder por parte de la clase trabajadora. No le creamos ilusiones a los trabajadores con los cuales nos involucramos en diferentes luchas: participamos de estas, damos nuestra solidaridad para que estas triunfen. Sin embargo, no nos quedamos solo con eso; decimos que, para defender las conquistas conseguidas en luchas y avanzar hacia otras nuevas, el principal obstáculo es el capitalismo, por eso es necesario derrotarlo.
Cuando hablamos de tomar el poder significa que la clase trabajadora organizada destruya las instituciones que hoy le sirven a la clase capitalista para gobernar: estamos hablando del poder ejecutivo, las fuerzas represivas, el poder judicial y el legislativo.
¿Por qué? Porque estas instituciones tienen un carácter de clase: están en función de defender los intereses de los explotadores. Cotidianamente vemos como los tribunales que supuestamente se encargan de impartir justicia en los hechos persiguen al pueblo y permiten que los ricos sigan robando y violando los derechos laborales.
La toma del poder solamente se dará mediante una revolución socialista que destruirá las instituciones de poder burguesas y las reemplazará la clase obrera con otras nuevas al servicio de los intereses de las clases explotadas. A partir de la destrucción de estos organismos se fija un punto de partida para eliminar a la burguesía como clase a nivel nacional y de ahí la transición al socialismo.
La revolución socialista es una ruptura con el capitalismo e inevitablemente implica un proceso de lucha violento. La burguesía no va a estar de acuerdo con cambiar el sistema con el cual se han enriquecido y le han robado al pueblo, no va a ceder sus privilegios, sus propiedades y sus riquezas de manera pacífica, va a recurrir a todos los métodos de violencia necesarios para no perder su poder. Por ello es tan importante que la toma del poder debe prepararse mediante una lucha insurreccional y luego para defender el nuevo sistema socialista.
La dictadura del proletariado
Decíamos que nuestro eje estratégico es la necesidad de que la clase trabajadora se organice para sacar del poder a la burguesía, o sea, destruir sus instituciones, pero también debe reemplazarlas por otras nuevas y propias. En ese sentido, el objetivo de tomar el poder es instaurar un régimen político al servicio de los trabajadores y el pueblo, es decir, instaurar la dictadura del proletariado.
El término dictadura puede generar rechazo porque inmediatamente lo asociamos con las dictaduras sanguinarias de América Latina durante los años 70 o más recientemente la de Ortega en Nicaragua, que utiliza el ejército y las instituciones del poder burgués para reprimir a la mayoría explotada. Por eso es necesario explicar que nuestro planteamiento es completamente opuesto.
Hay que entender, en primer lugar, que cualquier forma de gobierno del Estado capitalista, por más democrática que se presente, siempre va a ser una dictadura de los capitalistas, o sea, un estado al servicio de minoría explotadora contra los trabajadores. Ejemplo de eso lo vemos en nuestro país que se jacta de ser muy democrático, sin ejército, con elecciones regulares. En realidad, quienes gobiernan tras bambalinas son las cámaras empresariales como la UCCAEP, son los grandes capitalistas nacionales e imperialistas.
Nosotros, en cambio, defendemos una revolución socialista que instaure la dictadura del proletariado, la cual es ejercida por la mayoría de la población contra una minoría, para que esta minoría deje de existir como clase dominante. Esta es la esencia fundamental de la dictadura del proletariado y por eso lo caracterizamos como un régimen mucho más democrático que cualquier régimen democrático burgués del capitalismo.
Además de fungir como un instrumento para expropiar a la burguesía y despojarla de su poder político, la dictadura del proletariado significa que la clase trabajadora participe todos los días en la toma de decisiones. Esta gobierna mediante grandes organismos de masas, como por ejemplo los soviets o consejos populares, como lo fue luego de la revolución rusa. Millones de trabajadores participaban de la vida política, debatían y elegían democráticamente sus representantes quienes podían ser revocados en cualquier momento. Los representantes de estos consejos no tenían ningún privilegio material y ganaban lo mismo que un obrero calificado.
Así se dio en la revolución bolchevique, pero es en el marco de la revolución socialista que la misma clase trabajadora decide su forma de organizarse, siempre conservando su carácter de clase y una amplia democracia obrera.
En Costa Rica queremos construir un régimen socialista en el que cualquier trabajador, sin importar su nacionalidad, género o color de piel pueda ser electo a cualquier cargo, dirigir una fábrica, un hospital, siempre y cuando se tomen las decisiones a partir de un amplio debate donde participe la mayoría de trabajadores. Así como en la revolución rusa los trabajadores gobernaban, serán los campesinos de Medio Queso, los obreros de la construcción, de las fábricas, de las plantaciones agrícolas, las compañeras de SELIME quienes dirigirán el rumbo de la economía, de la cultura, de la salud y la educación.
El nuevo estado obrero fruto de la revolución socialista que nosotros reivindicamos, defiende y protege los intereses de la clase trabajadora mediante estos pilares básicos:
Propiedad colectiva de los medios de producción: Cuando esto se plantea los burgueses pegan el grito al cielo y dicen a los trabajadores: “los comunistas les vienen a quitar lo que tanto esfuerzo les ha costado”. En realidad, esta medida en nada los perjudica: significa que la tierra, la maquinaria, las fábricas utilizados para la producción que hoy están en manos privadas se transformará en propiedad colectiva, serán de todas y todos los trabajadores.
Economía planificada: En el capitalismo no se produce para solventar las necesidades del pueblo, sino lo que deje más ganancia a los ricos. Por eso consideramos la producción capitalista como una producción desordenada, anárquica. Por ejemplo, con la pandemia y la crisis económica se puede desatar también una crisis por falta de alimentos. El país, en lugar de volcarse a producir frijoles, maíz, arroz y demás insumos necesarios para que la población no muera de hambre, se sigue regalando miles de hectáreas de tierra para un solo cultivo como la piña, porque eso es lo que da ganancia a los capitalistas.
Monopolio del comercio exterior: en la actualidad se destina dinero, recursos naturales del país y toda una serie de privilegios (tal como sucede en las zonas francas) para favorecer la inversión privada, la cual beneficia a unos pocos capitalistas nacionales y extranjeros, quienes se llevan del país el 100% de sus ganancias. A los socialistas se nos acusa de oponernos al intercambio comercial entre naciones; todo lo contrario, estamos en contra de la lógica del mercado en favor del lucro de los capitalistas.
Bajo el socialismo acabaríamos con las políticas imperialistas que nos hacen ser una nación dependiente, y buscaríamos organizar la producción del país en función de las necesidades de los sectores populares; eso implica que esas ganancias producto del comercio que hoy quedan en manos privadas, retorne al país para ser invertida en salud, educación y el desarrollo económico bajo control de los trabajadores.
La dictadura del proletariado triunfará en tanto el socialismo se construya a nivel internacional: el camino comienza por la toma del poder a nivel nacional, pero no debe detenerse ahí. De ser así, dos o tres países serán unas islas en medio de un sistema capitalista explotador. El capitalismo como sistema opera a escala mundial, y de parte de los trabajadores la respuesta socialista debe ser igual de contundente. Ninguna de las medidas antes comentadas va a resultar si no se orienta la construcción del socialismo a escala mundial, esto significa que las tareas de la toma del poder implican una batalla para expropiar a la burguesía como clase dominante a escala internacional.
Nacionalización de la banca: Los bancos operan de la mano con las grandes corporaciones para concentrar en sus manos el dominio de la economía y las riquezas producidas por la mayoría explotada. Es imposible enfrentar al gran capital y su producción al servicio del lucro mientras los bancos estén en manos de financieros sin escrúpulos. Sólo la nacionalización de la banca bajo control de los trabajadores y la concentración de todo el sistema de crédito en manos del Estado se puede desarrollar un plan económico organizado responda a los intereses de los trabajadores y las grandes mayorías. De esta manera se podrán generar mejores condiciones de crédito barato para los pequeños propietarios; además, la economía en su conjunto -y ante todo la gran industria y los transportes-, podrá ponerse al servicio de los intereses vitales de la población trabajadora.
A partir de estas nuevas bases materiales donde los trabajadores gobiernen operará una serie de transformaciones como la nacionalización de la salud, la educación, la construcción de carreteras, hospitales, entre otras actividades.
Bajo el socialismo, no existirán las jornadas de 10 o hasta 14 horas con salarios de hambre; en cambio se implementará la escala móvil de horas de trabajo de manera que las horas laborales se reparta entre toda la población, sin rebajar los salarios y así acabar con el desempleo. Así se crean las condiciones para que la clase trabajadora pueda integrar los consejos populares y los diferentes órganos de participación política, además de acceder a la educación pública, al arte, la cultura y la recreación.
En el marco de un estado obrero no habrá ninguna limitación a las libertades democráticas, a la libertad de organización sindical, a la creación de escuelas y tendencias artísticas, derecho al aborto, fin de la esclavitud doméstica, plenos derechos para los sectores LGBTI y demás oprimidos. En fin, una sociedad sin clases y en función de la realización de los individuos quienes alcanzarán sus potencialidades.
La clase obrera industrial: el sujeto social de la revolución
Desde el PT reivindicamos que es la clase obrera, en concreto la clase obrera industrial la llamada a dirigir la revolución socialista. Nos referimos, por ejemplo, a aquellos trabajadores asalariados en las fábricas textiles, producción de automóviles, alimentos, insumos médicos; también las y los obreros de las plantaciones y la construcción. No es una decisión antojadiza, ni implica que puedan realizar la revolución solos; necesita apoyarse, claro está, en otros sectores como el campesinado, la juventud o los trabajadores estatales.
Afirmamos que la clase obrera industrial es el sujeto social de la revolución por su lugar en la producción capitalista, el corazón productivo de la riqueza. Es decir, es el único sector cuyo trabajo consiste en transformar materias primas en un producto acabado (por ejemplo, en una fábrica textil, donde trabaja con telas y máquinas se producen camisas) que luego el patrono vende en el mercado y cuyas jugosas ganancias se las deja él, que no trabajó; mientras tanto el obrero solo se queda con un miserable salario.
Constituye el sujeto social de la revolución ya que, por su composición y su carácter concentrado, pueden permear más las ideas socialistas. No tiene nada que ver con su número. En la revolución rusa la clase obrera industrial era mucho menor que el campesinado, y cumplió ese rol para la toma del poder.
Es esta clase obrera industrial que, por su ubicación, está llamada a ganar a las masas oprimidas, a los trabajadores estatales, a la juventud y el campesinado; a abrigar las reivindicaciones de todos estos sectores y conducirlos hacia una ruptura definitiva y enfrentamiento revolucionario contra el capitalismo.
Esta es una discusión muy importante, ya que muchos sectores de izquierda dicen que la clase obrera no cumple un rol protagónico porque es menos numerosa, o por considerar que en el capitalismo actual se convirtió en un sector privilegiado y lucha menos. En cambio, hablan de los nuevos sujetos sociales, de la “multitud”, la ciudadanía o “sociedad civil”.
Si bien desde la Segunda Guerra Mundial otros sujetos han liderado las luchas, su rol en las mismas se ha debilitado. Desde el Partido de los Trabajadores consideramos que, con base en la brutalidad de los ataques a sus condiciones de vida en la actualidad, su función histórica sigue vigente y muestra la disposición a recuperar el protagonismo como sujeto social de la revolución.
La construcción de una dirección revolucionaria
Basta ver el mundo para darse cuenta que quienes dicen que las revoluciones no son posibles niegan lo que sucede a su alrededor. En todas partes del mundo hay ascensos revolucionarios, incluso las masas durante los primeros años del siglo XXI tumbaron gobiernos en Argentina, Ecuador o Bolivia; la primavera árabe acabó con las dictaduras de Gadafi en Libia y Mubarak en Egipto. Pero ¿por qué estas revoluciones no avanzaron en ningún caso hacia la expropiación de la burguesía, si las masas muestran una enorme disposición de lucha?
Nosotros creemos que existe una crisis de dirección revolucionaria. Esto significa que en estos y otros procesos, como el que recientemente se dio en Nicaragua que estuvo a punto de tumbar a la dictadura de Ortega, tienen líderes con la intención para frenar el ímpetu de lucha de las masas, ya sea conduciendo los procesos hacia el diálogo o generando alianzas con sectores burgueses “progresivos”, al final van a conducir a derrotas y desaprovechar las oportunidades.
La existencia de una dirección revolucionaria es el factor decisivo para lograr que una revolución socialista triunfe. Esta dirección se concreta en el partido revolucionario leninista, de tipo bolchevique, el cual cumple la tarea de dirigir a la clase obrera hacia la toma del poder por la vía revolucionaria.
Esto no se da de la noche a la mañana. La construcción del partido revolucionario se lleva a cabo en el marco de las luchas cotidianas de la clase trabajadora, por mejores salarios, estabilidad laboral o contra los planes de ajuste, pero no limitándonos a la lucha económica; cada tarea cotidiana, cada una de estas luchas concretas desde las cuales movilizamos a sectores de masas debe colocarse en la perspectiva estratégica: la toma del poder por parte de la clase obrera y la construcción del partido revolucionario.
La polémica con el reformismo
Lamentablemente, buena parte de la izquierda mundial sigue un camino muy diferente al de la revolución socialista, aunque en el discurso reivindiquen algunos elementos de esta. Por ello, la construcción de la dirección revolucionaria, la lucha por la revolución socialista se da en combate con las direcciones que se denominan de izquierda, pero cuya estrategia profundiza la crisis de dirección a la cual nos referimos.
Dicha disputa se vuelve más importante porque muchos trabajadores con los cuales luchamos relacionan el socialismo con Cuba o Venezuela. Lo que sucede en esos países o en Nicaragua con Ortega no tienen nada que ver con el socialismo. Es una economía al servicio del mercado y sometida al imperialismo, los grandes medios de producción y los recursos naturales están en manos de unos pocos.
Tomemos el caso de Venezuela, allá no son los trabajadores los que gobiernan, son los ricos, la llamada “boliburguesía” que explota a los trabajadores y se enriquece a manos llenas producto de la renta petrolera. El país es uno de los más pobres de América, hoy en día es una dictadura capitalista que suprime las libertades democráticas y donde la clase trabajadora es cada vez más miserable. Esto no tiene nada que ver con socialismo, por más que Maduro lance cuatro gritos contra Trump de vez en cuando.
En nuestro país hay dos partidos de izquierda los cuales nacieron casi al mismo tiempo, pero con dos estrategias muy distintas para cambiar la difícil situación que vive el pueblo pobre.
El Frente Amplio sostiene como estrategia central impulsar proyectos de ley pactados con gobierno, que en el fondo nunca se van a poner en práctica porque dependen del visto bueno de los diputados, casi todos defensores de los empresarios.
Por otro, nos encontramos nosotros, el Partido de los Trabajadores, que en 15 años de existencia buscamos acompañar las experiencias de lucha y organización de la clase obrera en la defensa de sus derechos.
Para ellos no existe ninguna necesidad de la revolución socialista porque basta con alcanzar lugares en los ministerios y la Asamblea Legislativa para promover proyectos siempre en el marco del capitalismo. Su estrategia de alianza con el gobierno lo lleva a pactar ataques contra los trabajadores como con el Covid-19 que votaron a favor de suspender los contratos de trabajo y los despidos. Nosotros, como ya lo expusimos, no sembramos ninguna ilusión en el capitalismo y participamos de las diferentes luchas con el objetivo de contribuir a elevar la conciencia de los sectores populares para enfrentar a la burguesía hasta la toma del poder.
El programa de la nueva izquierda en sus diferentes versiones, desde el castrochavismo y el llamado socialismo del siglo XXI, es un programa burgués, su objetivo estratégico es administrar el estado capitalista, cuando mucho radicalizar la democracia. Pretender humanizar el capitalismo o transformar el sistema desde adentro es una utopía reaccionaria. Es una utopía porque es imposible darle rostro humano a un sistema que condena a la miseria a millones de trabajadores y destruye los recursos naturales. Es reaccionaria porque solo sirve para alejar a los trabajadores de la lucha por la revolución socialista. Por eso, desde el PT levantamos que la única forma de lograr un verdadero cambio en beneficio de los trabajadores es destruyendo el capitalismo mediante una revolución socialista.