Las crecientes desigualdades que viene gestando el capitalismo como parte de la crisis económica abren un debate necesario sobre la situación de la mujer. El grado de explotación y la profundización de la brutalidad del capitalismo en un país se reeja también en la profundización de la opresión que coloca sobre las mujeres.
Precisamente el desgaste del capitalismo se hace aún más evidente con las condiciones que le impone a las mujeres pobres y trabajadoras, donde diversos informes señalan que en el marco de la crisis económica son las mujeres las más afectadas, con los mayores índices de desempleo y de pobreza .
Esta situación no se genera de manera casual, ni afecta de igual forma a todas las mujeres. Es producto de un sistema económico injusto, en el que, mientras la mayor parte de la población sufre de carencias a manos de la explotación, un sector minoritario concentra grandes capitales generados a partir de la explotación y de la enajenación del otro. Esta es la división entre sectores explotadores y explotados, entre burguesía y clase trabajadora.
Esta misma situación se reeja con las mujeres, porque si bien a todas las mujeres nos afecta la opresión que sobre nosotras ejerce el capitalismo, no todas la enfrentamos bajo las mismas condiciones. Mientras existe un pequeño grupo de mujeres que son patronas y burguesas, una gran mayoría son pobres y explotadas.
Mientras que unas mujeres trabajan día a día para sostenerse con condiciones mínimas de vida, las otras viven a expensas de estas y de la riqueza que producen con su trabajo, profundizándose cada vez más el abismo que hay entre ellas.
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