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Chaves no renuncia, un Bukele que no fue

Crece la necesidad de una alternativa obrera y socialista

Con la decisión del presidente Rodrigo Chaves de no renunciar a su cargo para aspirar a una diputación en 2026, se disipa una campaña de expectativas que el propio gobierno alimentó durante semanas. Esta maniobra, basada en el suspenso y la ambigüedad, sirvió para mantener la atención centrada en el Ejecutivo y evadir los verdaderos problemas que aquejan al pueblo trabajador.

Muchos sectores conservadores y afines al oficialismo especularon con la posibilidad de que Chaves intentara una jugada al estilo Bukele: renunciar a la presidencia para reorganizar sus fuerzas políticas, fortalecer su peso en la Asamblea Legislativa y desde ahí rediseñar el régimen político con rasgos autoritarios más marcados, bonapartistas. Sin embargo, esto no ocurrió. Chaves optó por quedarse en el Ejecutivo, bajo el argumento de que no necesita hacer campaña porque “el pueblo reconocerá los logros del gobierno”.

Este hecho revela una realidad política de fondo: los intentos bonapartistas de Chaves existen, pero son débiles y contradictorios. Tienen serios problemas para consolidarse como un proyecto sólido, y están profundamente atravesados por la crisis de dirección política de la propia burguesía costarricense. Dicha crisis se manifiesta en la descomposición de los partidos tradicionales como el PLN, el PUSC y el PAC, pero también en el propio chavismo, que ha tenido que apoyarse ya en tres partidos distintos, siendo Pueblo Soberano, el último “taxi” que eligió, asimismo el chavismo anunció una coalición de hecho de 5 formaciones de las cuales ya dos de ellas han renunciado.

Por otro lado, la salida de siete ministros del gabinete para aspirar a diputaciones es presentada como la continuidad del gobierno, pero en los hechos se trata de un movimiento contradictorio que denota más debilidad que fortaleza. De las siete figuras, solo tres tienen cierto perfil público: Nogui Acosta (Hacienda), Marta Esquivel (Planificación) y Stephan Brunner (Vicepresidencia). El resto son figuras desconocidas. Además, la renuncia de Pilar Cisneros como vocera de “Pueblo Soberano” y el reconocimiento de que varios ministros no dejaron sus cargos porque no les parecía económicamente viable hacerlo, reflejan un escenario de inseguridad y falta de cohesión en el chavismo. Las peleas intestinas a lo interno del chavismo, no se reducirán probablemente aumentaran conforme llegue el momento de definir puestos a lo interno de Pueblo Soberano.

Lo que predomina en la situación política del país es una crisis estructural del sistema de partidos políticos burgueses. Esta crisis no solo se expresa en el desgaste de sus aparatos y liderazgos, sino también en la crisis general de la democracia burguesa y el desprestigio de instituciones como el Tribunal Supremo de Elecciones.

La otra radicalización que vemos es la de la agenda económica de la burguesía. Más allá de los insultos, vulgaridades y choques mediáticos entre gobierno y oposición, todos los partidos burgueses —sin excepción— coinciden en lo esencial: seguir los mandatos del FMI y de la UCCAEP. Esto implica avanzar con el extractivismo, la entrega de los recursos naturales, la privatización de los servicios públicos, la apertura del mercado eléctrico y el aumento brutal de la explotación laboral mediante jornadas como el “4×3”.

Desde el Partido de la Clase Trabajadora queremos compartir estas reflexiones porque consideramos que esta coyuntura debe ser aprovechada no para ilusionarse con cambios dentro del régimen, sino para fortalecer la organización y la conciencia política de la clase trabajadora. Es nuestra tarea desenmascarar el espectáculo gubernamental y mostrar el verdadero contenido de clase de estas maniobras: un plan de ajuste contra el pueblo para salvar las ganancias del gran capital.

Por eso, más que nunca, es urgente construir un partido político de la clase obrera, revolucionario y socialista, que sea capaz de levantar una alternativa de fondo frente a la podredumbre del régimen actual. Nuestro horizonte no es reformar este sistema decadente, sino transformarlo desde sus raíces, construyendo una nueva sociedad basada en la democracia obrera, la planificación colectiva y la justicia social para las grandes mayorías explotadas.

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