Un paisaje cotidiano
Es temprano en la mañana, se comienza a acumular la gente en la parada del bus. A pesar del tumulto, las personas intentan mantener el metro ochenta mientras hacen fila. Las empresas no han decretado cuarentena y nadie quiere enfermarse. En el aire se nota que nadie quiere estar ahí, pero deben trabajar para ganarse el sustento.
Por fin se ve el bus acercarse a la distancia. Suenan las monedas mientras los presentes cuentan el menudo. El chofer hace la parada, entran siete, se cierran las puertas, nadie más entra. La unidad se va, dejando botados a varios trabajadores y trabajadoras. Por órdenes del Ministerio de Salud, los buses han reducido su capacidad y nadie viaja de pie; sin embargo, no se han habilitado más unidades, así que no hay campo para todos. Todas estas personas deben esperar al siguiente bus.
Esta es la hipocresía con que se mueve este sistema. Los empresarios a sus anchas, hacen lo que les da la gana; los trabajadores en cada situación pagan los platos rotos. Es bastante inhumano ser obligados a ir al trabajo en media pandemia, muchos sin los implementos más básicos de seguridad; es un descaro que ni siquiera se garanticen los medios de transporte para hacerlo.
Un sector con privilegios
El Gobierno salió a defender al empresariado en medio de la pandemia, el sector de transportistas no fue la excepción. Lo primero que hicieron los empresarios fue despedir y suspender contratos de más de 1.500 trabajadores del sector. Además, recibieron concesiones como la extensión del periodo para pagar el canon por sus servicios. Es claro que las ganancias de este gremio han sido defendidas a capa y espada por sus integrantes, para esto han recibido apoyo del gobierno y un gran número de trabajadores debió pagar perdiendo su empleo.
Por otro lado, el usuario ha sido afectado. El Consejo Nacional de Transportes, orientado por el Ministerio de Salud, ordenó que no se transportara gente de pie y bajar hasta un 20% las capacidades de los buses. Estas medidas para aminorar el riesgo de contagio en las unidades producto de la aglomeración. Hasta ahí, todo bien.
Sin embargo, estas medidas no fueron contrarrestadas con más unidades, lo que ha impactado en los usuarios, quienes se atrasan y terminan formando aglomeraciones en horas pico. De esta forma, se extiende el tiempo en la calle, se aumenta la exposición a situaciones de contagio. Por si fuera poco, los mismos empresarios que no decretan cuarentena, son los que van a culpar al trabajador de llegar tarde, porque la culpa siempre es del que trabaja. Con las políticas que anuncia el gobierno de flexibilización laboral y facilidades al empleador para terminar los contratos, es una carta abierta para realizar despidos.
Algo debe cambiar
El empresario de transportes ha amasado una gran riqueza a través de los años. Esto gracias a leyes que le venden la gasolina más barata. Gracias a que cada aumento en el costo de sus operaciones lo ha terminado cobrando al usuario a través de aumentos en la tarifa. También, gracias a que ha pagado mal a sus choferes y empleados por años. Ese mismo empresario, hoy no quiere poner esa riqueza en función de dar un mejor servicio durante la pandemia, a pesar que todos hemos contribuido a que su riqueza sea grande.
En medio de esta segunda ola pandémica, desde el Partido de los Trabajadores pensamos que lo único que puede detener el aumento de contagios es una cuarentena general con salario pago a los trabajadores. En el marco que no se detenga el trabajo, es urgente que las empresas de bus garanticen más unidades y más choferes, para que los trabajadores se puedan transportar de forma segura a sus lugares de trabajo.