Las calles del mundo han sido testigos de las luchas protagonizadas por los movimientos de mujeres, que rompiendo prejuicios y miedos han salido a responder ante los casos de violencia, a exigir derecho al aborto o a sumarse junto a las movilizaciones contra los gobiernos, en contra del machismo y la explotación.
Hace tan solo unos días, aun desafiando la preocupación por la pandemia, en distintos puntos del país se organizaron manifestaciones donde cientos de mujeres jóvenes salieron a las calles, en una acción espontanea e incontenible para mostrar su indignación ante los casos de femicidio.
Pero esto no es nuevo, no es solo que “ahora todo es distinto” y las mujeres “se han rebelado”. En realidad, las mujeres siempre hemos luchado e inclusive ha habido importantes momentos de la historia marcados por olas de ascenso de los movimientos por la emancipación de la mujer.
Las primeras luchas de las mujeres estuvieron marcadas por derechos democráticos como el derecho al divorcio o el acceso a la educación, pero su actividad revolucionaria se vio más claramente reflejada con la Comuna de París en 1871, donde las mujeres estuvieron en todos los terrenos, tomando las armas y uniéndose al resto de combatientes en la disputa por una nueva sociedad donde la mujer tuviera acceso a la educación, al trabajo y a la vida pública.
Así también el movimiento sufragista iniciado en Estados Unidos se convirtió en la primera lucha de carácter internacionalista que involucró a mujeres de distintas partes del mundo, donde los socialistas impulsaron una campaña por el sufragio femenino con la preparación de movilizaciones en los distintos países.
También se dieron luchas históricas por la participación política en el terreno sindical, donde las mujeres se enfrentaron a un espacio envenenado por el machismo, que dividía a los trabajadores y mantenía a las mujeres alejadas de la lucha. Ese machismo permanece hasta hoy, pero fue con mucho esfuerzo que las mujeres fueron ganando espacio, desde que se incorporaron las primeras iniciativas por reconocer la igualdad de derechos entre trabajadoras y trabajadores.
Y por supuesto tenemos que mencionar como parte de las principales conquistas, lo que significó la Revolución de 1917, donde en un país atrasado como Rusia, lleno de prejuicios morales y culturales, la cuestión de la emancipación de la mujer representaba en aquella época un reto complejo para el nuevo estado obrero. A pesar de las dificultades de haber quedado con un país empobrecido por las consecuencias de la guerra, con la revolución, las mujeres lograron la abolición de las viejas leyes que dieron paso a la igualdad jurídica, el derecho al aborto legal y gratuito en los hospitales del Estado, el derecho a votar y ser electas, así como las primeras medidas para liberar a las mujeres de las tareas domésticas, con la creación lavanderías y guarderías, entre tantas otras conquistas que fueron parte del estado obrero.
Un legado que nos llena de orgullo
A pesar de que la izquierda ha sido acusada por un sector del feminismo de descuidar y ser negligente con las reivindicaciones de las mujeres, sabemos que esto es parte de que comúnmente se generalizada equiparara a todas las organizaciones que se autodenominan de izquierda sin hacer distinción alguna. Pero hemos insistido en ser en críticos del stalinismo y de los partidos que en nombre de la izquierda han instaurado dictaduras como el caso de Nicaragua, trayendo consigo terribles retrocesos para la clase trabajadora y para los derechos de las mujeres en particular.
Contrario a esto, la corriente que reivindicamos, desde la elaboración del Manifiesto Comunista, ha colocado la lucha por las reivindicaciones de las mujeres como una de las principales tareas de los revolucionarios.
El marxismo significó un avance fundamental porque otorgó por primera vez, una explicación concreta sobre la liberación femenina, al exponer que el origen de la opresión de la mujer estaba relacionada con un sistema de producción basado en la propiedad privada, donde la liberación de la mujer está condicionada necesariamente por la conquista del socialismo. De esta forma la liberación de la mujer dejaba de ser un anhelo personal y se vuelve parte de una tarea colectiva de toda la clase obrera.
Por eso con mucho orgullo nos asumimos como herederos de los esfuerzos que tantas mujeres y hombres han realizado por la construcción de una nueva sociedad, y que desde la I Internacional incorporaron a mujeres en los espacios de participación política, que se sumaron con la II Internacional a la campaña por el derecho al sufragio de las mujeres y que impulsaron el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, y que con la revolución rusa dieron a las mujeres conquistas históricas que no habían sido alcanzadas hasta el momento por ningún otro país capitalista.
Más allá del género, lo que nos une es la clase
El mundo capitalista está dividido entre una clase burguesa, que concentra cada vez más riqueza, y una clase obrera que es cada vez más miserable y explotada. Y en esta sociedad, aunque todas las mujeres sufrimos de formas de opresión como el recargo de las labores domésticas, la desigualdad salarial o la violencia machista, no todas las mujeres la enfrentamos bajo las mismas condiciones. Mientras existe un pequeño grupo de mujeres que son patronas, una gran mayoría son pobres y explotadas. Mientras que unas mujeres trabajan día a día para sostenerse con condiciones mínimas de vida, las otras viven a expensas de estas y de la riqueza que producen con su trabajo, profundizándose cada vez más la brecha entre ellas.
Por eso inclusive entre mujeres tenemos intereses opuestos, ya que mientras unas gobiernan desde puestos de poder a favor de los intereses de los grandes ricos, otras nos encontramos en las calles exigiendo que se garanticen nuestros derechos.
Una opción revolucionaria se construye todos los días
Posiblemente nuestro partido haya sido señalado por no ser el más llamativo en las acciones del movimiento por el combate a las opresiones. Efectivamente hemos tenido dificultades para incorporarnos en todos los espacios con la misma fuerza y es parte de lo que tenemos que corregir. Pero es incuestionable el que nuestro partido ha sido el más consecuente y perseverante en llevar el tema de la liberación de las mujeres a todos los espacios obreros en los que estamos y de mantener una preocupación permanente por acercar a los sectores obreros a la imprescindible tarea de la liberación de la mujer.
Nuestros distintos frentes de batalla han estado orgullosamente constituidos y encabezados por mujeres luchadoras, desde campesinas y migrantes que luchan por la tierra, hasta jóvenes sindicalistas y estudiantes que han enfrentado direcciones burocráticas. Cuando hemos participado de procesos electorales, hemos aprovechado el espacio que nos brinda la campaña no solo para discutir un programa electoral, sino para abrir discusiones que otros partidos prefirieron evitar, como el derecho de las mujeres al aborto y a decidir sobre sus propios cuerpos. Hemos sido defensores de los derechos relacionados con la maternidad, organizando a compañeras en sindicatos y acompañando la lucha desde distintos espacios.
Pero más que rememorar luchas concretas de lo que hemos hecho en estos 15 años, cualquier palabra se quedaría corta para describir lo que el partido ha venido a significar en la vida de cada una de las mujeres que ha luchado a nuestro lado. Junto al PT han estado compañeras migrantes que han sido dirigentes de los comités de lucha por la tierra; mujeres que sufriendo de la explotación piñera por primera vez se organizaron políticamente en un sindicato; compañeras que animadas por otras, denunciaron el machismo en sus lugares de trabajo; compañeras que han sido lamentablemente amenazadas con agresiones físicas por sus posiciones políticas; luchadoras que han levantado la bandera de sus derechos como madres en los centros de trabajo; que han tenido que enfrentar a las burocracias que las persiguen por denunciar situaciones de machismo; mujeres que se han enfrentado a los ataques de los sectores conservadores por defender el derecho al aborto… Todas estas mujeres son valiosas luchadoras que forman parte de nuestras filas y se han llenado de fuerza para dar esas batallas no solo por un necesario combate que libran a nivel individual, sino por la firme convicción de que nuestra lucha es parte del combate que requiere la clase obrera y las mujeres para su liberación.
Por eso creemos que el partido tiene un papel irreversible en nuestras vidas como mujeres, porque la perspectiva comunista nos abre un mundo de posibilidades, lejos del sometimiento al que nos expone el capitalismo y el machismo.
Nuestro activismo y la militancia nos cambia la vida, porque entendemos que la opresión de las mujeres no es un problema aislado que se resuelve en el ámbito individual, es un problema del conjunto del modelo explotador. Y en este camino, en el partido hemos encontrado compañeras y compañeros de luchas, con quien compartimos esas ganas de cambiarlo todo, conscientes de que la sociedad capitalista no será nunca capaz de brindarnos la liberación que necesitamos.
La necesidad de un partido y una política revolucionaria
En esta lucha contra la burguesía y sus gobiernos, necesitamos de toda la clase trabajadora. La revolución nunca será triunfante con solo la mitad de los trabajadores y por eso el combate contra el machismo debemos darlo en todos los espacios, incluido nuestro propio partido donde no estamos libre de él.
En nuestra organización no somos una burbuja, estamos fuertemente permeados por todo el machismo que expresa la degeneración de la sociedad burguesa. El machismo es un discurso ideológico que, al justificar la inferioridad de la mujer por el hombre, implícitamente naturaliza o justifica la existencia de la opresión. Aun cuando pareciera que existe un interés por generar una sociedad más equitativa, el capitalismo se encarga de fomentar el machismo para mantener dividir a la clase obrera.
No conseguiremos nunca unificar a toda la clase trabajadora si descalificamos a las mujeres, si no observamos que hay demandas específicas, si no incorporamos sus reivindicaciones y son ganadas a ser parte de la lucha. Y en este camino es fundamental el combate interno contra el machismo, para que podamos salir victoriosos.
No afirmamos que la emancipación de la mujer estará garantizada automáticamente con la revolución socialista o con la toma del poder, pero garantizamos que sin la revolución socialista no podrá existir el fin de la opresión.
Por eso nuestra tarea fundamental pasa por la construcción de un partido revolucionario, que asuma un proyecto de lucha clasista por la liberación de los sectores más oprimidos y explotados de la sociedad, donde la lucha por los derechos de las mujeres sea parte central e intrínseca de su proyecto político.
Solo desde la lucha que podamos dar en la consolidación de una alternativa clasista, al servicio de las luchas contra todas las formas de opresión y explotación que el capitalismo ejerce sobre el sector pobre y trabajador, es que podemos ir dando pasos en la construcción de una sociedad socialista, abriendo el camino para la emancipación de las mujeres.