En Centroamérica, actualmente solo los partidos de la Liga Internacional de los Trabajadores-Cuarta Internacional defienden la necesidad de una revolución socialista que reunifique a la región sobre bases socialistas; esta definición teórica y programática es el nudo de la estrategia revolucionaria.
Nuestras diferencias: Los sepultureros de la revolución
Actualmente, en Centroamérica, la mayoría de las organizaciones llamadas de “izquierda” aparecen referenciadas con el castrochavismo o con el Foro de Sao Paolo: El FSLN en Nicaragua, el FMLN en El Salvador, Libertad y Refundación (LIBRE) en Honduras, la URNG en Guatemala y el Frente Amplio en Costa Rica. Estos partidos en realidad no son de izquierda, ni siquiera son democráticos; eso sí, usan y explotan en su propio beneficio político y electoral su pasado como expartidos estalinistas o exguerrillas. Son partidos burgueses y se presentan sobre todo en las elecciones como continuadores de la lucha popular, cuando han sido siempre sus sepultureros.
Donde han gobernado los partidos del Foro de Sao Paolo no han existido cambios sociales progresivos. El “partido-madre” del Foro de Sao Paolo, El FSLN nicaragüense, en sus 13 años de gobierno ha instaurado una dictadura familiar en nada diferente a la antigua dinastía de Somoza. Es una dictadura capitalista que dos veces en dos años ha ejecutado políticas de genocidio sobre su propio pueblo: primero aplastando “a sangre y fuego” el levantamiento popular de mayo de 2018 y luego con una política negacionista para enfrentar la peste.
El FMLN, “segundo al mando” del castrochavismo local, gobernó por 10 años El Salvador. Su mandato no representó ningún cambio significativo para los trabajadores y los campesinos, tampoco una mejora en los Derechos Humanos pendientes de la guerra. Eso sí, su gobierno sirvió para construir una nueva burguesía ligada al control del Estado, de los puestos políticos y de los negocios que facilitó ALBA -Petróleos. En la imaginación del pueblo salvadoreño, ARENA y el FMLN se transformaron en un corrupto monstruo de dos cabezas. El ascenso del demagogo Bukele se apoya en esta percepción.
La prensa de derecha y oligárquica centroamericana pasa asustando con “el comunismo” de los partidos castrochavistas. Pero esto es una mentira interesada para confundir a nuestros pueblos y que piensen que la dictadura de Ortega o el sistema bipartidista corrupto de Sánchez Cerén es el socialismo; quieren enlodar esta idea ante los ojos de los trabajadores y el pueblo. Estos mismos sectores de derecha siempre que han participado “sin empacho” de los buenos negocios que les facilitan los gobiernos del FSLN y el FMLN, baste solo pensar en las excelentes relaciones que tiene el Grupo Pellas con el FSLN y las también excelentes relaciones que tienen los empresarios costarricenses Enrique y Erlí Egloff con la dictadura de Ortega.
Los partidos castrochavistas del Foro de Sao Paolo no son “comunistas”, por más que Daniel Ortega hable de la “Nicaragua Cristiana, Socialista y Solidaria” y Sánchez Cerén[1] o Medardo González[2] hablen del “Socialismo con pupusa”. Esto es retórica vacía que se usa una vez al año para los discursos de plazas, ellos no tienen ningún interés en cambiar el capitalismo centroamericano, bajo sus gobiernos Centroamérica aumentó su dependencia del imperialismo gringo y del capitalismo chino, también aumentó el carácter antidemocrático del régimen, el orteguismo abrió una nueva época de dictaduras en la región.
La posibilidad de realizar una revolución socialista en Centroamérica que reunifique el istmo y empiece a resolver los problemas nacionales y sociales eternamente postergados pasa en primera instancia por no tener ninguna confianza en los partidos del Foro de Sao Paolo, en saber que son enemigos de clase y que sus gobiernos son y serán iguales o peores que los de la derecha tradicional.
Movimiento revolucionario, teoría revolucionaria. Una breve historia del marxismo local
Aunque la revolución de mayo y el desplome del FMLN, muestran que inmensas masas del pueblo centroamericano ha roto con esos aparatos, aún hay mucho por hacer. Una nueva generación de jóvenes y trabajadores debe ser educada en la auténtica tradición marxista y en una estrategia revolucionaria acorde a las tareas que nos planteamos. Pero la historia de la lucha de clases y la historia del marxismo en Centroamérica es aún una historia por emparejar, por compaginar.
Los versos del cantor nicaragüense Carlos Mejía Godoy dicen: “Yo soy de un pueblo reciente, pero antiguo su dolor. Analfabeta mi gente, Medio siglo en rebelión”. Los versos son expresivos, los pueblos centroamericanos tienen una larga historia de explotación y saqueo, pero también una larguísima historia de levantamientos y revoluciones sociales. Si el socialismo moderno, el socialismo de Marx, Lenin y Trotsky es la unión de la “teoría socialista con el movimiento obrero” este es un proceso aún por completar en Centroamérica.
Centroamérica tiene una larga historia de intentos de lucha por la liberación nacional y social: desde los levantamientos indígenas contra la dominación colonial y republicana, de Diriangén a Anastasio Aquino, pasando por la guerra nacional contra los filibusteros en 1856-1860 que fue, en palabras del poeta colombiano Torres Caicedo, “la primera victoria de América Latina ante el destino manifiesto”.
Más modernamente, en el siglo XX, Centroamérica ha tenido cuatro grandes “jalones revolucionarios”: La insurrección salvadoreña de 1932, la revolución guatemalteca de 1944-1954, la huelga obrera de 1954 en Honduras y la revolución centroamericana de 1979-1990.
El siglo XXI ha visto dos procesos: el ascenso popular, uno contra el neoliberalismo y el TLC (de 2002 a 2007) y la resistencia contra la neocolonización y las dictaduras de 2009 ha 2020. Ninguno de estos procesos se transformó en revoluciones políticas triunfantes, como las de 1944 y 1979. Hasta nuestros días es la revolución de 1979-1990 el punto más alto de la lucha de clases en la región, desde el punto de vista teórico y político.
De esta amplísima experiencia de luchas e insurrecciones no siempre hemos podido construir organizaciones revolucionarias permanentes que permitan transmitir las lecciones y enriquecer de esta forma la teoría y el programa.
No siempre ha sido responsabilidad de los revolucionarios, en el caso de los indígenas y los antimperialistas del siglo XIX, el marxismo no existía como teoría, la I y la II internacional no hicieron intervenciones sobre Centroamérica. El marxismo centroamericano aparece vinculado al impacto del bolchevismo en todo el mundo, es hijo del ejemplo de la revolución mexicana y la revolución bolchevique.
El marxismo centroamericano surge entre 1921-1931 y tiene en su punto más alto la insurrección salvadoreña de 1932. Es decir, el marxismo llega a Centroamérica en el mismo momento en que empieza la sórdida pelea de Stalin por destruir el marxismo y la herencia del octubre Bolchevique. En Centroamérica, el giro burocrático del “tercer periodo” estalinista coincide con el cénit del marxismo centroamericano de primera hora. Podríamos decir que el giro burocrático terrible en Europa y la URSS, estimuló un “izquierdismo creativo” en el caso Centroamericano.
Pero en 1932 ocurre una desgracia. La insurrección salvadoreña fracasa y es aplastada con una violencia inédita. La derrota fortalece a las dictaduras locales: toda la primera generación de comunistas centroamericanos: Martí, Luna, Zapata en El Salvador, Wainwright en Honduras, el Partido Comunista de Centroamérica en Guatemala son asesinados por las dictaduras. Los comunistas costarricenses se salvan, pero para refugiarse en el nacional comunismo, en el “comunismo a la tica”, es decir para apoyar la balcanización “desde la izquierda”.
Las dictaduras liquidaron las experiencias comunistas, también la tradición antimperialista local: mataron a Sandino. Los estalinistas luego mataron la memoria de los dos; habrá que esperar hasta los años sesenta para que se vuelva a hablar de Martí y Sandino.
Después de derrotado este ciclo revolucionario, empezará la estalinización efectiva de los partidos comunistas en Centroamérica, de la mano del estalinismo mexicano y cubano. La memoria y la reflexión sobre el problema indígena, el desmembramiento nacional, las relaciones entre la soberanía y el socialismo y todo un arco de problemas que planteaban la experiencia de Feliciano Ama, Farabundo Martí y Sandino no tendrán continuidad y serán sustituidos por el pensamiento ritual del estalinismo.
El papel que jugó el Partido Guatemalteco del Trabajo en la revolución guatemalteca, fue el típico rol estalinista de apoyo al gobierno de Frente Popular, es decir un “organizador de derrotas”. Existió allí una posibilidad de renovar el marxismo con la crítica de la Cuarta Internacional al proceso guatemalteco, pero lamentablemente fue J. Posadas y el pablismo quienes asumieron ese trabajo entre los “casi-troskistas” guatemaltecos, finalmente ese núcleo evolucionará hacia el guevarismo en los sesenta.
El castrismo que fue visto entre los años sesenta y ochenta en Centroamérica como una “renovación del marxismo” fue en realidad una variante del estalinismo tradicional. El triunfo del sandinismo en 1979 con todas las ilusiones que implicó fue un proceso largo de estrangulamiento de la revolución a través de una política contrarrevolucionaria: “La economía, mixta, el no alineamiento y pluralismo político”. Que en realidad significaban no avanzar hacia el socialismo, congelar la reforma agraria, no extender la revolución a Centroamérica y hacerle concesiones a la “sombra de la burguesía”.
Es en el ascenso de la revolución de 1979 que surge el trotskismo local, el trotskismo morenista que es el que se ha desarrollado en Centroamérica. El trotskismo surge con un acto internacionalista: la construcción de la Brigada Simón Bolívar para combatir en Nicaragua, pero también en un debate contra el estalinismo y el castrismo. Es honor y talento de Nahuel Moreno haber sido quién planteó que los sandinistas y el FMLN preparaban la “compartimentación de la revolución” y que en realidad el eje del programa revolucionario en Centroamérica era que existían “Cinco países, una nacionalidad y una revolución”; este texto hasta nuestros días sigue siendo un eje de la reflexión de las secciones de la LIT-CI en Centroamérica. Lamentablemente este inteligente punto de vista de Nahuel Moreno no fue desarrollado, profundizado y elaborado a plenitud, es aún una tarea pendiente.
La expulsión de la Brigada. el cambio de centro político de la LIT hacia Argentina y la prematura muerte de Moreno, hizo que los pequeños grupos trotskistas centroamericanos sobrevivieran a los años ochenta como “testimonios anti estalinistas”, pese a sus muchas veces heroicos esfuerzos, nunca lograron enraizar en una clase obrera dominada por el sandinismo (Nicaragua), o masacrada por las dictaduras (El Salvador) o atomizada socialmente (Costa Rica).
La crisis de la LIT-CI en los noventa fue particularmente dañina para los marxistas centroamericanos, promovió la dispersión de todo tipo en un arco variado del sectarismo al oportunismo, además de un abandono y estancamiento del marxismo en la región. Las posibilidades de una continuidad revolucionaria no se reconstruyeron hasta hace 15 años, gracias a la orientación del VIII Congreso de la LIT y la formación del MAS costarricense, primero, y luego de las distintas secciones centroamericanas.
Para una teoría de la revolución permanente en Centroamérica
Nuestra celebración de 15 años no es ritual, las secciones de la LIT-CI nos preparamos para una tarea titánica, triunfar allí donde fracasó el PVP, el PGT y el FSLN: desarrollar y dotar de un programa revolucionario a la clase obrera y los pueblos de Centroamérica. Pero el proceso inicial de construcción de núcleos de vanguardia en el movimiento popular, alejados de las “discusiones de cafetín” y realmente imbricados en la lucha de los pueblos, probablemente no nos ha dejado discutir a fondo nuestro programa de reunificación centroamericana.
La revolución nicaragüense de 2018 y la consolidación de las tiranías de JOH y Daniel Ortega, vuelven a dejar a las secciones de la LIT, como las únicas con posibilidad de abrir un debate programático en la vanguardia sobre qué programa necesitamos para que las revoluciones triunfen. Aquí viene un punto de debate teórico y estratégico fundamental clave para los y las revolucionarias de hoy: ¿Centroamérica es un solo país artificialmente dividido o son 5 naciones independientes que deben ser federadas? ¿Juega la unificación Centroamericana un papel programático central en las tareas de los revolucionarios?
Nuestros partidos defienden la revolución obrera, pero toda revolución obrera es también una revolución popular, una revolución donde todos aquellos que no viven de la explotación del trabajo ajeno participan por derrotar una específica forma de dominación política y económico-social.
Este problema es entendido en nuestra tradición como la forma específica en que se entrelazan las demandas democráticas con las demandas socialistas. Es decir, cómo opera la teoría de la revolución permanente en Centroamérica.
La teoría de la revolución permanente, tal como la entendían Marx y Trotsky, significaba al menos tres cosas: 1) Cómo la revolución democrática se transforma en revolución socialista. 2) Cómo la revolución nacional se transforma en revolución internacional y 3) Cómo la revolución se profundiza internamente, como revolución cultural.
¿Cómo funcionaria la teoría de la revolución permanente en Centroamérica?
Ni Marx, ni Lenin, Ni Trotsky escribieron sobre Centroamérica, pero la experiencia global del marxismo nos permite iluminar con ejemplos históricos y lecciones estratégicas nuestra propia realidad.
La principal tarea democrática es la liberación nacional del dominio colonial e imperialista, pero nuestros pueblos indígenas no lograron vencer en sus levantamientos. A diferencia de la república de los esclavos negros de Haití, los indígenas no lograron construir repúblicas-estado indígenas. Los éxitos superiores fueron autonomías relativas y momentáneas dentro de los estados coloniales y poscoloniales, que rápidamente fueron sofocadas por los ejércitos de las élites criollas y/o las potencias imperialistas.
Centroamérica surge con una independencia “desde arriba” producto del desplome del imperio colonial español en decadencia; la independencia no representó ninguna forma de reforma social o progreso material para los indígenas y los negros: fue más bien su ruina.
Centroamérica, durante todo el siglo XIX, pasó tensada entre quienes querían una reunificación “prusiana” (diría Marx) “desde arriba” comandada por el ejército y las élites guatemaltecas o salvadoreñas (este es el proyecto de Gerardo Barrios y Rufino Barrios) y otro grupo de élites locales que preferían el particularismo como forma de hacer negocios inmediatos (las elites costarricenses son el modelo de esto) y para eso se aliaban a alguna de las potencias locales con intereses particulares en la región (USA, Inglaterra, México, Colombia, etc.).
La división de Centroamérica ha sido una derrota histórica de sus pueblos y de todos los pueblos de América. En el caso de los indígenas facilitó su dominación y los dividió sobre fronteras artificiales (como los lacandones en Guatemala y Chiapas o los Ngäbe-Buglé en Costa Rica y Panamá) la división de Centroamérica radicalizó la colonización interior y el despojo material y cultural.
También fue una derrota para la clase obrera que se hizo particularista y aprendió a pensar como salvadoreña, hondureña, nicaragüenses, etc. y no como parte de una sola nación, nunca pudo ser consciente de su fuerza como clase nacional. Solo las clases dominantes y el imperialismo aprendieron a pensar de manera regional.
Además, la partición de Centroamérica sirvió y sirve para fortalecer las tendencias más reaccionarias de los imperialismos y despotismos locales; la creación de Belice fue un punto de apoyo del colonialismo británico, y la invención de Panamá un punto de apoyo del militarismo yanqui. Las alas más reaccionarias de las burguesías mexicanas y colombianas también se apoyan en los restos del “cadáver centroamericano”. La dureza y la crueldad con la que los paramilitares mexicanos y colombianos enfrentaron a los zapatistas y a la guerrilla rural colombiana habría sido menor sino tuvieran un punto de apoyo en las satrapías centroamericanas.
Pensémoslo inclusive con un “contraejemplo” histórico universal; si los filibusteros especialmente apoyados por los ricos sureños hubieran triunfado: ¿Eso no habría sido un extraordinario punto de apoyo para los confederados luego? En un sentido histórico amplio ¿no fue la derrota de Walker, la primera verdadera derrota del Sur esclavistas durante la guerra civil americana y la primera piedra del fin de la esclavitud en Estados Unidos? Nuestro punto es que todos los pueblos del mundo verían un progreso y un punto de apoyo para su propia liberación si Centroamérica estuviera unida.
Difícilmente se puede asegurar que Centroamérica son cinco países, cuando tienen un pasado colonial común, una historia de resistencia indígena transfronteriza, una lengua y una religiosidad común y numerosos intentos, tanto de los militares morazanistas como de los primeros comunistas, de reunificar la república centroamericana. Es sabido también que todas las experiencias de lucha importantes en nuestros pueblos (la huelga bananera de 1934 en Costa Rica, la huelga de 1954 en Honduras, la revolución de 1979 en Nicaragua) fueron todas experiencias multinacionales: los pueblos lucharon como uno, no como varios.
Pero no solo eso, la clase obrera, en su tarea de luchar por el socialismo, no lo podrá hacer mientras esté dividida sobre fronteras particularistas. La clase obrera centroamericana solo podrá plantearse objetivos socialistas cuando se piense como una clase nacional de una nación dividida, como un elemento de vanguardia que resolverá un problema que no pudieron resolver Morazán, Barrios o Sandino.
La revolución agraria
Las clases dominantes actuales son hijos de la dinastía de los conquistadores, los conquistadores trajeron la cruz y la espada y se dejaron la tierra. El problema de la reforma agraria, del reparto y el uso democrático de la tierra sigue estando en el corazón de la revolución permanente en Centroamérica y entrelaza tareas anticapitalistas, democráticas y nacionales.
La idea de cinco microeconomías centroamericanas es una locura por donde se le mire, el progreso social y material de Centroamérica necesita la coordinación y planificación central de su economía, es relativamente más fácil en las industrias que ya bajo el capitalismo están muy enlazadas entre sí tanto en capital, como en tecnología y trabajo.
Pero la planificación central democráticamente dirigida es también un problema fundamental para los campesinos, la tierra como principal fuerza de producción debe ser en primer término reintegrada y restaurada a los pueblos indígenas y afrodescendientes a lo largo del istmo, que son también las principales víctimas de la expansión agrocapitalista.
Pero también los extensos terrenos cultivados para el agronegocio de exportación deben ser expropiados y repartidos para el uso de manera personal o cooperativa del conjunto de campesinos centroamericanos, para construir así una economía armoniosa e interdependiente.
Los pueblos indígenas y afrodescendientes
Existen dos problemas que no fueron discutidos ampliamente por los marxistas anteriores a nosotros: el tema indígena, el tema afrodescendiente y el problema de la liberación de la mujer. Esos temas deben ser incorporados a la teoría de la revolución permanente. Algunos podrían creer que Centroamérica no es una sola nación porque hay muchas naciones indígenas, pero creemos que esto es un error.
Nuestro planteamiento programático recupera la idea que Lenin, Trotsky y los marxistas balcánicos defendieron en una situación similar. Nosotros defendemos la unificación libre de todas las nacionalidades que habitan el istmo centroamericano en una sola unión. La idea de pequeñas autonomías locales o “repúblicas libres” negras o indígenas nos parece que contribuyen a una mayor dispersión y particularismo local, que es fácilmente utilizada por los déspotas locales y los imperialismos interesados.
Una unión libre de pueblos libres en todo el istmo centroamericano es la forma en que la autonomía cultural de los pueblos indígenas y afrodescendientes puede ser garantizada, pero que también es la forma en la que puede ser garantizado su propiedad sobre sus tierras y su progreso material y espiritual.
Esta unión libre de pueblos libres, esta República Socialista Centroamericana solo es posible si la nacionalidad culturalmente centroamericana respeta el derecho absoluto a la autonomía de los pueblos indígenas y negros, incluyendo la separación momentánea si así es querido por este o aquel pueblo.
Esta será la única forma en que los nuevos Felicianos Amas (indígena y comunista líder del levantamiento de 1932) y “Callaloos” (seudónimos de Marvin Wright nacionalista negro limonense y brigadista de la Brigada Simón Bolívar) encuentren en los partidos de la LIT-CI, las herramientas necesarias para la revolución social.
La liberación de la mujer
Existe una larguísima historia de mujeres comunistas como Carmen Lyra y Emilia Prieto en Costa Rica y Graciela Amaya en El Salvador/Honduras o de comandantes guerrilleras como Dora María Téllez y Mónica Baltodano en la insurrección de 1979. Pese a ello, la forma en que se entrelaza la lucha por la emancipación de la mujer con la revolución socialista en Centroamérica es un problema que las nuevas generaciones de marxistas deben pensar a profundidad. Es un problema que el estalinismo y el castrismo nunca quiso ni le interesó resolver.
Las formas de opresión machista y su entrelazamiento con la explotación capitalista cobran en Centroamérica las formas más brutales, en forma de femicidio, de tráfico de personas y migrantes, de violaciones impunes, de trabajo superexplotado. Pero también es claro desde la revolución de mayo de 2018 que el programa por la liberación de la mujer es parte central de la lucha por la revolución en Centroamérica en la actualidad.
En la lucha contra las tiranías de Daniel Ortega y JOH las mujeres han jugado un rol destacadísimo, pero también bajo el gobierno de Carlos Alvarado, el movimiento de mujeres ha aparecido. La opresión machista extrema en Centroamérica es parte de los efectos de la balcanización del istmo. La lucha por la liberación de la mujer rápidamente trasciende las falsas fronteras nacionales, las demandas por el derecho a decidir, contra los femicidios, contra las dictaduras, tanto las políticas y como las que recaen sobre los cuerpos de las mujeres son parte integral de una amplio movimiento por la democratización de la vida en general, que rápidamente se traslapa con las demandas anticapitalistas, por la reforma agraria, por la sindicalización libre, por el respeto de los derechos de maternidad y lactancia, por el igual pago de salario, por el control de precios y el control obrero de la producción y los servicios.
Este artículo queríamos que fuera no solo una conmemoración de todo lo que nuestro partido le debe a la lucha revolucionaria centroamericana, sino también una invitación a reafirmar y profundizar el programa de la reunificación socialista centroamericana
[1] Llamado comandante “Leonel”, fundador de las Fuerzas Populares de Liberación (FPL) en 1970, la primera guerrilla constituida en El Salvador. En 2009 fue vicepresidente de la República en el primer gobierno del FMLN dirigido por Mauricio Funes; en 2014 fue electo presidente del país.
[2] Comandante “Milton”, también miembro de la dirigencia de las FPL durante la guerra civil salvadoreña. Actualmente es el Secretario General del FMLN y fue electo diputado por ese partido reformista durante el periodo 2000-2003.