Con la llegada de setiembre, Centroamérica entera comienza a prepararse para la celebración de la “independencia”; el 15 desfilarán por las calles de nuestros países miles de personas para conmemorar la fecha. Esta fecha, en lugar de unir nuestros pueblos, sirve para incrementar las falsas divisiones entre países bajo el color de una u otra bandera y el llamado “orgullo nacional”.
Independencia de España y dominio gringo
A pesar de ser una sola nación centroamericana, durante la colonia fue dividida en territorios más pequeños para facilitar su explotación y opresión, tendencia que continuó luego de la independencia, a pesar que existieron intentos de construir una sola nación, todos fueron derrotados.
Esta fecha tiene una connotación histórica, se celebra la independencia con el imperio español el 15 de setiembre de 1821, aunque no se ratificó el 15 de setiembre como la fecha histórica, sino el 29 de octubre que fue cuando llegó la noticia.
En ese sentido fue progresivo liberarse del yugo español. Una dominación que a partir del 1492 exterminó a los pueblos indígenas de todo el continente, saqueó el oro, demás riquezas y sentó las bases para el desarrollo capitalista.
Sin embargo, liberarse de la opresión de la corona española no significó realmente la independencia. Solamente cambiamos de opresor, entrando a las garras del imperialismo estadounidense, que luego de la independencia, comenzó a extender sus tentáculos económicos y políticos sobre Centroamérica. Se crearon enclaves bananeros, se orquestaron invasiones y apoyaron golpes de Estado, una influencia que sigue hasta la fecha.
Situación actual
La heroica lucha de los pueblos centroamericanos durante los procesos revolucionarios de los años 80 fue ahogada a sangre y fuego con más de 80 mil muertos y desmovilizada por los traidores Acuerdos de Paz. La política de reacción democrática impulsada por el imperialismo gringo abrió la puerta para la oleada de reformas neoliberales durante los 90 que incluyó: privatizaciones, recortes brutales a la salud, educación y más endeudamiento.
La necesidad de una segunda independencia se plantea con base en la forma en que está organizada la sociedad y la economía mundial capitalista en su fase imperialista. En este marco, el rol de Centroamérica dentro de esa división internacional del trabajo es ser, de conjunto, una semicolonia del imperialismo estadounidense. Esto quiere decir que, aunque se goza de una independencia administrativa y política (estas son meramente formales), somos dependientes en el plano económico. En resumen, todo lo que hacen los países de la región está decidido y en función del imperialismo, incluso qué se produce en cada uno de los países centroamericanos está en función de lo que quiere y necesita el imperialismo.
Nos referimos centralmente al imperialismo estadounidense, pero también las burguesías centroamericanas están sometidas al imperialismo europeo y a los negocios del capitalismo ruso y chino; este último aumentó sus inversiones principalmente en obra pública o maquilas.
A través de la deuda externa los países centroamericanos son dominados. Por un lado, las empresas internacionales se llevan las riquezas, amparados de portillos legales como exenciones fiscales y zonas francas, no dejan nada de la riqueza que se produce dentro del país. Por otro, los países se ven forzados a endeudarse para poder invertir en áreas necesarias. Pero luego la deuda se vuelve impagable y se deben seguir endeudando.
Esto se expresa en diferentes iniciativas, todas ellas en favor del gran empresariado nacional y extranjero. En Honduras vemos como símbolo de esa sumisión y dependencia las ciudades modelo, enclaves económicos donde las empresas están exentas de pagar impuestos y explotar a los trabajadores a diestra y siniestra; incluso estas ciudades operan por encima de las leyes y la constitución del país, como una especie de estados dentro del Estado.
Las maquilas en El Salvador y Honduras muestran un rasgo característico de la economía de enclave. En el caso salvadoreño suman más de 200 distribuidas en 17 zonas francas en todo el país. Los privilegios fiscales representan el 5% del PIB del país, es decir, que el país deja de percibir 1,200 millones de dólares al año que no se cobra a estas empresas por concepto de impuestos.
Esta realidad de toda la región, con especial impacto en Honduras y El Salvador, tiene que ver con que somos verdaderas economías de enclave. En estas toda la riqueza que se genera queda en manos de los grandes burgueses, las compañías tienen poca o ninguna relación con el mercado interno, operan por encima de las leyes nacionales y violan constantemente derechos laborales y sociales como el pago del salario mínimo, la jornada de 8 horas, entre otras.
Otra manera en que opera el imperialismo es mediante la entrega de nuestros recursos naturales a las manos de las transnacionales. Las mejores tierras están dedicadas al monocultivo, como el caso de la piña en Costa Rica, el banano y la palma africana en Honduras. Durante 2020 la exportación de este producto le generó al país ganancias de 986 millones de dólares. Acá no solo opera la misma lógica del enclave, sino que estos terrenos prácticamente se regalan a costa de la destrucción del ambiente y de la producción de miles de campesinos que son despojados de sus tierras.
Las grandes compañías estadounidenses y también europeas buscan beneficiarse a toda costa de nuestros recursos y convertirlos en mercancías. Existe en Guatemala una entrega de los recursos mineros a grandes empresas y en El Salvador el agua ya está en el mismo camino; quienes sufren las consecuencias de la privatización y el abastecimiento del recurso hídrico son las comunidades que, con el cambio climático, sufren de sequías que ponen en peligro su subsistencia.
El tema migratorio es constante en las agendas de los organismos imperialistas, pero en realidad ellos son los únicos culpables de las caravanas. El modelo económico neoliberal, lejos de generar desarrollo, lanzan a miles de centroamericanos a la pobreza y no tienen otro camino que huir hacia los Estados Unidos. Durante ese trayecto muchas personas mueren; las mujeres son agredidas y violadas porque están a merced del crimen organizado y la trata de personas. Una cantidad importante no logra llegar ante el endurecimiento de la represión y de las leyes migratorias.
Quienes sí consiguen pasar la frontera son sometidos a condiciones de superexplotación en Estados Unidos, además de la fuerte opresión que viven por ser centroamericanos. Hoy por hoy, las remesas representan un componente importante en las economías locales; en El Salvador estamos hablando del 26% del PIB y en toda la región el año pasado ingresaron más de 32 mil millones de dólares. Esto significa otro mecanismo importante de sumisión al imperialismo y una muestra del fracaso del modelo neoliberal que hoy se continúa impulsando.
Balance de los gobiernos “progresistas” de la región
Los diferentes gobiernos supuestamente de izquierda y progresistas llevan casi tres décadas en la región y por eso se hace necesario ubicar algunos elementos de su balance.
Desde el regreso de Ortega en Nicaragua y el FMLN en El Salvador, pasando por Mel Zelaya en Honduras, todos ellos expresan el descontento de las masas con las políticas neoliberales aplicadas en la región que significaron una oleada de sometimiento al imperialismo. Los sectores populares tenían expectativas de que estos gobiernos llevaran a cabo transformaciones.
Los cambios que anunciaron en sus campañas no ocurrieron; más bien estos gobiernos representaron la continuación de las medidas neoliberales. Se mantuvieron las bases económicas que enriquecieron a las grandes transnacionales del agro, a las zonas francas y a las maquilas; se continuaron implementando ataques a las condiciones de vida de los trabajadores, permanecieron las políticas de endeudamiento y saqueo de los recursos naturales.
Estas mismas direcciones son las verdaderas culpables del desprestigio a las ideas de izquierda, y a la lucha por el socialismo. Hoy, por ejemplo, la dictadura sanguinaria de Ortega-Murillo es promovida como un gobierno de izquierda, algo similar ocurre con Xiomara en Honduras. La mayoría de direcciones del movimiento sindical y popular centroamericano tienen una gran responsabilidad porque son aliados de estos gobiernos que implementan una agenda neoliberal; es decir, estas dirigencias son traidoras porque abandonan toda perspectiva de lucha y movilización a favor de las reivindicaciones de la clase trabajadora.
Ascenso gobiernos autoritarios
El descontento hacia los planes neoliberales y las crisis de los partidos tradicionales tanto de la derecha como de la mal llamada izquierda se ha canalizado con el ascenso de gobiernos autoritarios. Esto lo vemos con el mandato de Nayib Bukele en El Salvador, quien intenta diferenciarse de los gobiernos anteriores y a golpe de tambor ejerce una concentración de poder por encima de las otras instancias estatales y que incluso se proyecta como un gobierno contrario al imperialismo. Contradictoriamente este gobierno goza de una alta popularidad.
En Costa Rica el gobierno de Rodrigo Chaves emerge a raíz de una crisis en el régimen de partidos políticos y ejerce un estilo autoritario similar al salvadoreño, donde a partir de algunas medidas, se da la impresión de que “ahora sí hay un gobierno que está haciendo las cosas”, pero no se ve ningún cambio significativo.
Mención aparte merece la dictadura de Ortega-Murillo en Nicaragua. Este régimen que en nombre del socialismo aniquiló a buena parte del activismo durante la insurrección de 2018, no ha dejado de reprimir al pueblo ni de perseguir cualquier forma de oposición. Actualmente se cuentan por miles los presos políticos en las cárceles nicaragüenses y las voces opositoras en el exilio no se detienen.
Detrás de este carácter autoritario e independiente del imperialismo, vemos cómo se sigue aplicando la misma agenda de ataques a las condiciones de vida de la clase trabajadora porque estos gobiernos defienden los intereses de los capitalistas. Esto ha hecho que el imperialismo estadounidense sea también corresponsable del fortalecimiento de estas alternativas autoritarias porque durante años acuerpó a gobiernos corruptos como el de JOH en Honduras.
Necesitamos una segunda independencia
Para llevar a cabo esta importante tarea se impone la necesidad de construir una verdadera izquierda clasista y socialista; una alternativa revolucionaria ante los gobiernos frentepopulistas y llamados de izquierda que durante todos estos años son responsables de las políticas de sometimiento y entrega total al imperialismo.
Esta alternativa pasa también por luchar a lo interno de las organizaciones del movimiento sindical y popular para formar nuevas direcciones que defiendan la independencia de clase, la lucha y la movilización como principales armas para enfrentar la arremetida neoliberal.
La construcción de esta izquierda revolucionaria y socialista pasa por defender un programa de ruptura con las políticas imperialistas como base para impulsar las transformaciones que la clase trabajadora necesita.
La realidad del pueblo centroamericano es que necesitamos una segunda independencia para liberarnos del imperialismo estadounidense basada en la unidad de los pueblos centroamericanos. No nos referimos a las propuestas que surjan desde las alturas, o sea desde las mismas burguesías que han entregado las riquezas y recursos de nuestros países a las potencias imperialistas. Estas iniciativas solamente aumentarán el sometimiento que se mantiene hasta la actualidad.
Para esto será necesaria la máxima unidad de nuestros pueblos, combatiendo la otra herencia de la primera independencia: la separación de Centroamérica en pequeños países cuando realmente somos una gran nación. Sólo un programa socialista, conformado desde las organizaciones de la clase trabajadora regional, logrará unificar a Centroamérica en la lucha por una revolución socialista que nos lleve a romper lazos con el imperialismo.
Partido de los Trabajadores-Costa Rica
Partido Socialista de los Trabajadores-Honduras
Plataforma de la Clase Trabajadora-El Salvador
Liga Internacional de los Trabajadores