De acuerdo con datos de la Organización Internacional de Trabajo (OIT), Costa Rica cuenta con unas 300.000 personas migrantes, donde hay cada vez más una tendencia a la feminización de esa migración con carácter laboral.
Las principales motivaciones que hacen migrar a las mujeres, están relacionadas con la situación familiar, ya que salen en busca de mejores condiciones económicas y de trabajo para brindar apoyo a su familia. Esto es lo que las hace enfrentarse a condiciones personales dolorosas y viajar a un país extraño, muchas veces sin ningún tipo de apoyo.
Inestabilidad laboral y trabajos parciales como norma.
Estas mujeres migrantes se encuentran vulnerables frente a un mercado laboral que saca provecho de su situación y que lo utiliza para justificar una serie de violaciones a sus derechos, reflejado en bajas remuneraciones salariales, incumplimiento de garantías laborales, precariedad, sobreexplotación y acoso sexual.
De esta forma, la gran mayoría de las mujeres trabajadoras y pobres que hoy migran a Costa Rica vienen a realizar tareas que se caracterizan por ser mal remuneradas y sin ningún tipo de protección laboral, dedicándose principalmente a la limpieza doméstica o a trabajos como misceláneas, camareras, dependientes de tiendas y sodas o en labores ocasionales de recolección de café. Frente a la necesidad de tener un ingreso fijo aceptan condiciones irregulares de trabajo, a lo que se le suman todo tipo de artimañas creadas por los empleadores para evadir pagos y garantías laborales.
En el caso de las trabajadoras domésticas, las contrataciones por horas son comunes, por lo que se ven forzadas a laborar en varias casas por semana para poder completar sus ingresos. Aún bajo este mecanismo, su pago no logra ser fijo, ya que está inclusive sujeto a la conveniencia del empleador, de tal forma que si una semana no requiere sus servicios, simplemente se le pide que no vaya a trabajar y ésta de percibir su pago.
A estas formas precarizadas de trabajo, se le suma el hecho de que muchas son maltratadas o víctimas de acoso sexual por parte de sus empleadores, que las amenazan con reportarlas si presentan su denuncia ante instancias laborales.
Enfrentando una mayor desprotección.
Si bien se ha promovido una visión estereotipada de la población migrante, en la que se denuncia que su atención genera grandes gastos para instituciones como la Caja Costarricense del Seguro Social, lo cierto es que la condición migratoria irregular inhibe muchas veces la utilización de estos servicios, ya que existe un temor de las mujeres por ser denunciadas o devueltas a su país por acudir a los centros médicos. De esta forma, la carencia de seguro social se convierte en una de las principales limitantes para el uso de los servicios, exponiendo a mayor vulnerabilidad y precariedad a las mujeres trabajadoras. La responsabilidad de esto no está en manos de las personas migrantes sino en manos de sus empleadores, que no solo evaden el pago de las cuotas de seguro social sino que además culpabilizan a esta población del uso de un servicio donde son ellos mismos los grandes responsables y evasores.
Xenofobia y machismo al servicio de la explotación.
La condición de opresión que sufrimos las mujeres es un tema que nos perjudica a todas. Las clases y el género, sustentados por la ideología machista, han construido relaciones de poder entre los sexos en todas las esferas de la vida social, colocando a las mujeres en una condición subalterna a los hombres. Adicional a esta opresión, las mujeres migrantes sufren también por su condición de extranjeras, al ser excluidas y atacadas por una cultura xenofóbica que promueve el rechazo, la desigualdad de derechos y la discriminación social, cultural y económica contra los migrantes.
Entre estas mujeres, las trabajadoras sienten la opresión de una manera muy distinta y más intensa que las mujeres burguesas al ser también víctimas de la explotación. Y sufren de esta explotación por partida doble, al tener que trabajar dentro y fuera de su hogar ya que a esas intensas actividades económica, se le suman las labores de trabajo doméstico y cuido en sus hogares.
De esta forma, las mujeres trabajadoras, pobres y migrantes enfrentan una serie de limitaciones promovidas por ideologías machistas y xenofóbicas y que son usadas por el capitalismo para explotarlas aún más y para dividirnos como clase trabajadora.
Por eso desde el Partido de los Trabajadores estamos por el combate al machismo y la xenofobia, que dividen a nuestra clase, creando una imagen distorsionada de las mujeres y que atenta contra nuestra propia organización.
Frente a las desigualdades y la desprotección que enfrentan las personas migrantes, se requiere redoblar esfuerzos por garantizar su libre participación dentro de organizaciones políticas y sindicales que les permitan defender sus derechos. Por eso estamos por las más amplias garantías de organización políticas y sindicales y la definición de políticas directas de las organizaciones sindicales para la protección de las mujeres migrantes.
Exigimos el cumplimiento del pago de salario con todas las garantías laborales para las personas migrantes. ¡Igual salario por igual trabajo!
Denunciamos las condiciones de excesiva burocracia y altos costos que debe enfrentar la población migrante para poder tener acceso a su documentación de identidad y permisos de trabajo, estas dificultades los colocan frente a condiciones de mayor vulnerabilidad que sirven como mecanismo para promover una migración selectiva que atenta contra los sectores pobres y trabajadores.